Hola, mi nombre es Ana Alonso, soy terapeuta en gestión emocional, y en este espacio te cuento mi perspectiva sobre algunas temáticas relacionadas con el desarrollo personal.
Lejos de buscar ser una fuente formativa, se trata de un encuentro humano, imperfecto, donde el propósito es la reflexión y observación consciente desde diferentes ópticas, ojalá, brindándonos nuevas herramientas para nuestro autoconocimiento.
El cambio ecológico
Personifica a tu cerebro primitivo como Pequeño Homo Sapiens, este maravilloso personaje que domina la tierra (según su perspectiva). Un mamífero, social por naturaleza, que encuentra seguridad y comodidad en la manada. Es un animal de rutinas que solo explora cuando los recursos escasean, ya que teme a lo desconocido. Este pequeño cavernícola vive en cada uno de nosotros y toma presencia con cada respuesta instintiva que tenemos.
Su disposición al aprendizaje podemos llamarla plasticidad neuronal, y su motivación debe de estar asociada a la ganancia, no a la pérdida. Se inspira por percepción y aprende por repetición. La percepción es fundamental, ya que debe sentirse positiva para que Pequeño Homo Sapiens se predisponga a “A + PRENDER”. Este proceso significa soltar lo viejo (A) para tomar lo nuevo (PRENDER).
Para visualizar esto considera un bebé: un infante no entiende el concepto de “caminar” como necesario, puede llorar para llamar la atención de sus padres. En algún punto el interés que le genera su entorno lo inspira a probar esa mecánica que utilizan los adultos, y se pone en pie. La ganancia (alcanzar aquello que me interesa) es más interesante que la seguridad de lo conocido (llorar y recibir atención). Como no hay conciencia de peligro y la emoción de la aventura lo respaldan, está predispuesto al aprendizaje (plasticidad neuronal).
Volviendo Pequeño Homo Sapiens interior, si la ganancia resulta atractiva, buscará en su entorno las formas más efectivas para concretar la gestión. Tomará inspiración de la manada, su entorno y repetirá la dinámica hasta poder concretarlo de forma natural y sin esfuerzo mecánico. Este cambio se da sin un impacto significativo en el ambiente.
Cambio como consecuencia
La vivencia de un trauma también tiene la capacidad de grabar en nosotros información que crea nuevas conductas y formas de vincularnos con nuestro entorno. En este caso, el cambio no se presenta como una decisión, sino como una consecuencia. La vivencia de dolor e incomodidad se grabarán como elementos que integran la experiencia que requiere una adaptación urgente y necesaria.
Podemos considerar que el cambio no suele estar inmediatamente asociado a espacios de comodidad y bienestar, sino a situaciones desafiantes y de incomodidad. Pero esto es solo una percepción muy acotada del rol del cambio en nuestras vidas, el cambio es un hecho que nos transciende tanto como la gravedad, es evolutivo y necesario.
Entonces, ¿Dónde está realmente el miedo al cambio? Quiero plantearte la siguiente alternativa: Quizás ese miedo sea una emoción secundaria (social), quizás tiene como propósito ocultar el verdadero dolor de la víctima. Socialmente, la idea de temer al futuro, se siente más natural y aceptada a la idea de manifestarse como un adulto que no siente la inspiración necesaria para gestionar un cambio y prefiere lidiar con las consecuencias cuando llegue el momento del dolor.
Te invito a reflexionar con expectativa sobre el mañana, inspírate, conecta con la emoción de la aventura, trabaja conscientemente en tu plasticidad neuronal dejando atrás el miedo al cambio, el estrés de la víctima.
Gracias por tu tiempo.
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